Es de noche, bien entrada ella.
Me despierto. No se porque.
Esta oscuro, muy oscuro.
Tengo sed. Quiero tomar agua.
Veo poco y nada, mi hogar es/esta negro.
Me gusta.
Me niego a prender la luz. Me rehúso a encender cualquiera de ellas.
Me levanto y salgo de mi cama. Lo hago sin correr las sabanas ni el acolchado, me gusta que esté bien hecha por el mayor lapso de tiempo posible, por y para lo cual me escurro de costado, y una vez fuera giro de costado sobre la cama hacía el pie de esta, a través del cual estiro mi pierna derecha que arriba primera en el suelo.
Tengo este movimiento fríamente calculado y extensamente ensayado. Puedo hacerlo en cualquier clima, en cualquier momento, a velocidades ridículas y empetrolado en gracia, sin emitir un solo sonido.
Una vez erguido, estiro mi brazo derecho hacía atrás, tomo la manija de la puerta, a ciegas, y la abro veloz pero suavemente. Solo escucho el "woosh" del aire que desplaza al brindarme acceso al pasillo.
No veo nada. No lo necesito.
Camino a través de este.
Soy una sombra.
Presiento donde se angosta el pasillo, y evado con destreza la pared que me desayuné más de una vez en el pasado.
Soy parte del ambiente.
Floto por este llegando a la cocina.
El suelo cambia, es otro terreno, tiene otra temperatura, otra superficie.
Me adapto.
Soy un camaleón en la noche.
Sigo mi camino, mente vacía, mi cuerpo sabe donde frenar. Lo hace con sorprendente eficacia.
Soy el silencio.
Giro noventa grados sobre mi eje y me dirijo hacía la heladera.
Mis pies recuerdan donde esta roto el piso, y sortean el obstáculo con precisión cuasi-felina.
Triunfo.
Abro la heladera, y, victorioso, tomo la botella de agua fría de la cual me bajo varios tragos.
Mientras cierro el contenedor, respiro satisfecho y me limpio la boca con mi mano. Me siento realizado.
Abandono la cocina por la otra puerta, cruzo el living como un fantasma. Mi presencia es una niebla etérea.
Me acerco al ventanal. La luz entra en líneas paralelas por los espacios de la cortina.
Reposo mi cabeza sobre el vidrio, y miro a través de uno de estos.
Soy un guardián de la noche.
He cumplido mi misión, me repliego entonces a mi más sagrado santuario de descanso.
Camino lentamente. Degusto el callar, el cegar. Disfruto el momento.
Soy uno con la oscuridad.
Soy un ninja.
Soy Batman.
Soy tan copado.
El sonido de las patas del mueble chillan contra el suelo y su estruendo me aturde, retrasando la percepción del dolor en mi pierna.
... auch.
... soy un pelotudo.
Crónicas de un pelotudo que vive solo - Capítulo 9
martes, 30 de marzo de 2010
Golem
lunes, 15 de marzo de 2010
He arribado a mi último destino.
Intento entenderlo. Realmente lo intento. Intento todo lo que cualquiera haría al verse en una situación nueva.
Pero me es imposible.
No dispongo ya de los medios para entender, para comprender.
No puedo moverme. No tengo lo que mover. Ya no soy huesos y carne. Ya no tengo músculos, piel, nervios. Ya no corre sangre por mi interior, no tengo venas por las cuales circularía tampoco. Desprovisto de órganos. Ya no soy orgánico.
Sin orejas, sin oídos, no puedo escuchar el viento del océano que me arrastró hasta aquí. Sé que está ahí, lo presiento, lo intuyo, creo sentirlo, como la reacción espectral de un miembro fantasma.
No escucho nada más que ecos. Reflejos sonoros de mi memoria, cuya permanencia me es imposible explicar. Laten en mi interior todavía. Palpitan fuertes y me turban con ladridos. Voces conocidas en frases añejas, el odio callado, mi avaricia de “más” y “mejor” para “mi”, “yo”, y la tintura ácida de silencios cuya lástima misericordiosa nunca merecí.
No puedo ver. Tengo ojos pero no veo a través de estos. Son solo un atrezo.
Sin embargo, de alguna forma, estoy consciente. Consciente de mí. Consciente de mi existencia. Consciente de mi estado. Me veo sin ver, a mi alrededor, a la magnifica desolación, a la cruel soledad de la desesperación por no poder sentir pánico.
Tengo boca, tengo nariz, y una cabeza acorde donde guardarlas. En estos rasgos soy antropomórfico, casi.
Soy inconcluso.
Tengo torso, o gran parte de uno, mas poco queda debajo de este.
Mi extremo más austral es lo que pasaría por una columna vertebral, desarraigada de extremidades inferiores. Cuelga sola, inerte, como una cola vestigial de un eslabón perdido intencionalmente.
Dos hombros guardan mis flancos.
Uno, el derecho, es agraciado con una brazo completo y hasta una mano habita su extremo. La cantidad de dedos, tanto como su forma, sin embargo, apenas es lejanamente humanoide.
El izquierdo, en cambio, esta deshecho a partir del antebrazo, donde solo un trozo de hueso suspendido perdura.
Soy fragmentos.
Soy olvido.
Soy el resultado apócrifo de una quimera, el hijo bastardo de la pedantería ciega y obtusa de la ciencia y la ambición perpetua y mezquina de la condición humana, el feto defectuoso de un dios de neón producto del celo fantástico de nuestras propias fabulas.
Soy lo que resulta de querer creer una mentira demasiado grande por demasiado tiempo.
Soy, si y solo si, hasta que me lo cuestione.
Humanos.
Han aparecido humanos.
Diferentes a los que conocí, pero solo en aspecto.
Me observan exhaustivamente, no dejan una sola porción de mi casi-cuerpo sin investigar. Juegan conmigo, se asombran, me analizan en voz alta, ríen y bromean para camuflar el miedo que la incertidumbre de mi forma les hace sentir.
Cómo llegue aquí? Por qué soy arena?
Pierden aún menos tiempo que yo en considerar estas cuestiones –soy demasiada aventura.
Me miman, me entretienen, ilusiono que interactuamos, que a su vez los entretengo.
Por un rato, me aman.
Es, precisamente entonces, cuando comienzo a prever lo que inevitablemente ocurre al final, lo que naturalmente debe ocurrir.
Al poco tiempo, se esfumaron, la novedad caducó. Mi aura vuelve a ser un gris de fondo.
Intento, nuevamente, sin saber con exactitud que, lo que sea, todo, nada.
Eso mismo resulta. No puedo hacer nada.
Nada.
Es, inevitablemente, intolerable.
No tengo garganta que sentir estrangulada, no tengo cuerdas vocales que romper aullando, no tengo músculos siquiera para tensar en catarsis de lo que siento… lo que creo sentir.
No comprendo nada. Ya he dejado de entender, he cesado de intentar.
Me rindo. No puedo negármelo más tiempo. Supongo que jamás volveré a estar seguro de nada. Lo único que me queda es lo que queda de mí como uno.
Lo que soy.
Un fantasma en el maniquí.
El alma del retrato.
El espectro de la escultura, ese que jurarías te devuelve la mirada.
Soy la vida inerte, inmaterial, en lo material inerte.
Soy un Golem.
Soy?
___________________________________________________________________________________
Algo que escribí este verano inspirado por la creación de uno de mis artistas multimediáticos favoritos, aunque a él le dé vergüenza la idea de etiquetarse como tal.
Permiso, vengo a hacer catarsis
miércoles, 10 de marzo de 2010
Me siento culpable.
Me siento insensible.
Me siento ingrato.
Me siento ciego.
Me siento aventurero.
Me siento entumecido.
Me siento incomprendido.
Me siento abrasivo.
Me siento injusto.
Me siento lejano.
Me siento indestructible.
Me siento sucio.
Me siento maleable.
Me siento mezquino.
Me siento sensato.
Me siento débil.
Me siento inútil.
Me siento firme.
Me siento insulso.
Me siento hueco.
Me siento transparente.
Me siento fluido.
Me siento enfermizo.
Me siento salvaje.
Me siento incoherente.
Me siento pacifico.
Me siento tranquilo.
Me siento nostálgico.
Me siento reflexivo.
Me siento apagado.
Me siento inocente.
Me siento incompatible.
Me siento considerado.
Me siento irreverente.
Me siento irrespetuoso.
Me siento honesto.
Me siento respetuoso.
Me siento indiferente.
Me siento resiliente.
Me siento poco.
Me siento menos.
Me siento burocrático.
Me siento equivocado.
Me siento acorde.
Me siento vacío.
Me siento ligero.
Me siento deshilachado.
Me siento intacto.
Me siento desparejo.
Me siento libre.
Me siento desagradable.
Me siento repulsivo.
Me siento compasivo.
Me siento curioso.
Me siento sediento.
Me siento displicente.
Me siento agudo.
Me siento hirsuto.
Me siento arrojado.
Me siento avaro.
Me siento egoísta.
Me siento emprendedor.
Me siento responsable.
Me siento indeseable.
Me siento acompañado.
Me siento impuro.
Me siento fresco.
Me siento desconforme.
Me siento yo.
Me siento vivo.