He arribado a mi último destino.
Intento entenderlo. Realmente lo intento. Intento todo lo que cualquiera haría al verse en una situación nueva.
Pero me es imposible.
No dispongo ya de los medios para entender, para comprender.
No puedo moverme. No tengo lo que mover. Ya no soy huesos y carne. Ya no tengo músculos, piel, nervios. Ya no corre sangre por mi interior, no tengo venas por las cuales circularía tampoco. Desprovisto de órganos. Ya no soy orgánico.
Sin orejas, sin oídos, no puedo escuchar el viento del océano que me arrastró hasta aquí. Sé que está ahí, lo presiento, lo intuyo, creo sentirlo, como la reacción espectral de un miembro fantasma.
No escucho nada más que ecos. Reflejos sonoros de mi memoria, cuya permanencia me es imposible explicar. Laten en mi interior todavía. Palpitan fuertes y me turban con ladridos. Voces conocidas en frases añejas, el odio callado, mi avaricia de “más” y “mejor” para “mi”, “yo”, y la tintura ácida de silencios cuya lástima misericordiosa nunca merecí.
No puedo ver. Tengo ojos pero no veo a través de estos. Son solo un atrezo.
Sin embargo, de alguna forma, estoy consciente. Consciente de mí. Consciente de mi existencia. Consciente de mi estado. Me veo sin ver, a mi alrededor, a la magnifica desolación, a la cruel soledad de la desesperación por no poder sentir pánico.
Tengo boca, tengo nariz, y una cabeza acorde donde guardarlas. En estos rasgos soy antropomórfico, casi.
Soy inconcluso.
Tengo torso, o gran parte de uno, mas poco queda debajo de este.
Mi extremo más austral es lo que pasaría por una columna vertebral, desarraigada de extremidades inferiores. Cuelga sola, inerte, como una cola vestigial de un eslabón perdido intencionalmente.
Dos hombros guardan mis flancos.
Uno, el derecho, es agraciado con una brazo completo y hasta una mano habita su extremo. La cantidad de dedos, tanto como su forma, sin embargo, apenas es lejanamente humanoide.
El izquierdo, en cambio, esta deshecho a partir del antebrazo, donde solo un trozo de hueso suspendido perdura.
Soy fragmentos.
Soy olvido.
Soy el resultado apócrifo de una quimera, el hijo bastardo de la pedantería ciega y obtusa de la ciencia y la ambición perpetua y mezquina de la condición humana, el feto defectuoso de un dios de neón producto del celo fantástico de nuestras propias fabulas.
Soy lo que resulta de querer creer una mentira demasiado grande por demasiado tiempo.
Soy, si y solo si, hasta que me lo cuestione.
Humanos.
Han aparecido humanos.
Diferentes a los que conocí, pero solo en aspecto.
Me observan exhaustivamente, no dejan una sola porción de mi casi-cuerpo sin investigar. Juegan conmigo, se asombran, me analizan en voz alta, ríen y bromean para camuflar el miedo que la incertidumbre de mi forma les hace sentir.
Cómo llegue aquí? Por qué soy arena?
Pierden aún menos tiempo que yo en considerar estas cuestiones –soy demasiada aventura.
Me miman, me entretienen, ilusiono que interactuamos, que a su vez los entretengo.
Por un rato, me aman.
Es, precisamente entonces, cuando comienzo a prever lo que inevitablemente ocurre al final, lo que naturalmente debe ocurrir.
Al poco tiempo, se esfumaron, la novedad caducó. Mi aura vuelve a ser un gris de fondo.
Intento, nuevamente, sin saber con exactitud que, lo que sea, todo, nada.
Eso mismo resulta. No puedo hacer nada.
Nada.
Es, inevitablemente, intolerable.
No tengo garganta que sentir estrangulada, no tengo cuerdas vocales que romper aullando, no tengo músculos siquiera para tensar en catarsis de lo que siento… lo que creo sentir.
No comprendo nada. Ya he dejado de entender, he cesado de intentar.
Me rindo. No puedo negármelo más tiempo. Supongo que jamás volveré a estar seguro de nada. Lo único que me queda es lo que queda de mí como uno.
Lo que soy.
Un fantasma en el maniquí.
El alma del retrato.
El espectro de la escultura, ese que jurarías te devuelve la mirada.
Soy la vida inerte, inmaterial, en lo material inerte.
Soy un Golem.
Soy?
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Algo que escribí este verano inspirado por la creación de uno de mis artistas multimediáticos favoritos, aunque a él le dé vergüenza la idea de etiquetarse como tal.
1 blasfemias:
Zoquete...
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