Hace un tiempo conocí a una chica. Era, a falta de una mejor palabra, perfecta.
Quiero que quede bien claro, de entrada, que cuando digo perfecta, lo hago en el modo más subjetivo de la palabra.
Era perfecta para mí.
Era todo lo que yo quería que una mujer fuese, y no era nada de lo que yo quería que una mujer no fuese.
Incluso era cosas que yo no sabía que quería hasta que las descubrí en ella.
Mi ropa le quedaba mejor a ella.
Era inmensamente más inteligente que yo*, lo cual adoraba.
Sus labios tenían la sonrisa más hermosa, contagiosa y peligrosa que pude haberme cruzado.
Sus ojos lloraban de la forma exacta que a mi me gusta.
Era morocha -obvio- de largo y lacio cabello, precioso.
Tenía una voz chillona e irritante, tal como me fascinan.
Olía siempre bien. Olía a libertad, aventura, y belleza. Si, son aromas, y a veces, olía a todos ellos juntos.
Todo en ella era perfecto. Como se movía, como bailaba, como cantaba, como mordía, como besaba, como cogía, como discutía, como peleaba, como arañaba, como reía, como dormía, como miraba. Todo.
Llamémosla X.
Por supuesto todo con X terminó, pero no es el punto.
El punto es que, inmediatamente sucediéndola, apareció otra chica, nombrémosla Z.
Z no era ni hacía nada, o casi nada, de lo que X.
Pero.
Pero Z hizo algo.
La noche de casi-verano no había sido todo lo piadosa que podía ser.
Fue cruel, e innecesariamente antipática.
Quizás fue eso, la humedad, el calor, algo en el clima, un status negativo del ambiente, lo que causo que aquella noche nuestra química no haya producido la chispa adecuada.
Yo estaba… inconforme.
No hay peor sensación que la de salir con una chica sin ningún objetivo (salir por salir, digamos) y terminar sintiéndote lo perfectamente opuesto a realizado. Bueno, si hay, por supuesto, peores sensaciones, pero para el propósito de este relato hagamos como que no.
Gracias.
Ella era silencio, de esos que aturden y distorsionan.
La 9 de Julio nos abrigaba con la violenta y seca frialdad de sus luces nocturnas. La observé.
Estaba sentada algo de costado, descalza, y con los pies sobre el asiento.
Solía sentarse de esa forma u otras similares, sin importar donde estuviese.
Me encantaba eso de ella.
Me miró.
No dijimos nada. Vacío.
Seguí conduciendo, callado.
Mi interior era el colmo del bullicio. Mi interior era explosiones, tormenta y caos. Mi interior era una manifestación popular, un cacerolazo. Mi interior era Woodstock.
Mi interior era un quilombo.
Seguí manejando, sin decir nada.
Mi mano izquierda en el volante, mi mano derecha sobre la palanca de cambios.
Fue entonces, fue en ese momento en el que sucedió.
Su mano. Ella posó su mano sobre la mía. Suavemente, cariñosamente.
Mi interior se quedó mudo.
Fue un gesto tan hermoso que hoy en día me sigue emocionando recordarlo.
Me tomo tan por sorpresa que es difícil de describir.
No me atrevía a mirarla, seguía observando hacía adelante, pero no veía absolutamente nada.
Fue imposible no sonreír.
Ella había encontrado la chispa, conseguido la ignición. Ella triunfó sobre la noche cruel.
Y fue entonces cuando descubrí algo nuevo que quería en una mujer. Ese gesto, ese simple e incoherente gesto.
Fue entonces cuando me di cuenta que X, por más perfecta que haya sido en su momento, había dejado de serlo, para siempre.
En el transcurso de un segundo me vi ahogado por pensamientos conflictivos nacientes.
Trataré de resumirlos todos en uno, al menos para redondear lo que más me impacto: Cómo es posible? Cómo es posible que yo podría haber vivido toda la vida con X, creyéndome feliz, sin saber que me estaba perdiendo de esto?!
Z hizo algo nuevo.
Algo que me cambió la vida, que me desdibujó el mundo como lo conocía, me ofreció otra cosa, me mostró la parte de atrás del pizarrón**. Con algo sumamente simple, sencillo, y sin siquiera saberlo, alteró, de por vida, mi vida. La vida.
Alteró mi ser.
En mi vida, hay un antes y un después a esa noche, a ese gesto, a esa manito sobre la mía en la palanca de cambios.
Y si me preguntan, lo negaré a muerte, y desmentiré, y diré que este texto es ficcional, pero desde esa noche, cada vez que manejo y una chica me acompaña, secretamente estoy atento a ver si se repite el fenómeno.
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* Lo cual uno creería que no es difícil, pero considerando las demás criaturas chicas con las que he estado, se sorprenderían de lo mucho muy extraordinaria que era esta característica.
** Alguna vez siquiera se pusieron a pensar como es la parte de atrás de un pizarrón?
The Female Factor # 2
miércoles, 16 de septiembre de 2009
Cositas:
esto,
perfecta,
rum rum (?),
The Female Factor,
X,
Z
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2 blasfemias:
Mi interior era el colmo del "...bullicio. Mi interior era explosiones, tormenta y caos. Mi interior era una manifestación popular, un cacerolazo. Mi interior era Woodstock.
Mi interior era un quilombo."
me encanto tu Z
Y Esa frase q destaco que me rei porque me resulto a "---you´re Elvis" de Sin City...pero a la vez, TAN MAU, que casi podia escucharte diciendola (entre mezcla de blasfemia, asombro y toda tu pequeñez divina
listo, fin de la firma enano
Qué lindo lo que descubriste...
Pero si estás atento a que se repita no tendrá la misma magia en absoluto :x
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