Hay días, momentos, ocasiones, en las que veo el mundo, mi mundo, en hilos.
Cada tarea, cada proyecto, cada hallazgo, cada compromiso, cada intención, cada relación, cada interés; es un hilo que sostengo en mi mano.
Unos de ellos son simples cordeles que me umbilican a barriletes, atan a cometas. Montgolfieres por opción.
Algunos toman la forma de cadenas, y en vez de tenerlos en mi puño, solos se ajustan a mis muñecas, firmes a mis tobillos, o con algo de suerte, ahorcan a mi cuello. Opresiones exteriores.
Otros son inmateriales, intangibles, pero como deliciosos aromas, irresistibles e inignorables. Sumisión interna.
Me conectan, cada uno, a algo/s, a alguien/es, y cada conexión refiere una densidad, un peso, una intensidad diferente.
Tengo globos de helio cuya presencia a veces olvido.
Pertenezco a anclas que jamás podré velarle a mi mente.
Sin embargo, en el universo sin reglas que es mi interior, puede suceder que el último tire menos que el primero. Puede suceder. Todo puede suceder. Todo ha sucedido, y por ende todo lo demás queda por suceder.
Hay muchos de estos que sencillamente me definen, sino todos.
Muchos pocos que amo más que... bueno, algo que ame mucho pero mucho.
Demasiados muchos hay cuya trascendencia elude a mi comprensión.
Del doble del doble no llego siquiera a discernir sus formas, trazar sus separaciones (si es que las tienen), ni hablar entonces de dilucidar sus respectivas relevancias (de corresponderles acaso).
Y esos muy pocos muy que por más que roa y roa sus ligamentos con mis dientes de rata del horóscopo chino, parecen imposibles de amputar.
La sola idea de contar estos hilos sería la creación de una nueva hilacha, eterna y fútil.
En oportunidades me siento dominado por estos, como si cada uno tirase para su lado, y yo, sin punto de apoyo para resistirme, estuviese siendo tensado en mil direcciones al mismo tiempo. Descuartizado a la Tupac Amaru, en esencia, en aura, en alma.
A veces sucede lo contrario, y me contemplo en completo control de cada uno de estos fatídicos cabellos, como un maestro marionetista, batuteando al mundo para que baile a mi ritmo.
Pero hay ocasiones, momentos, días, en los que siento ganas de simplemente soltarlos a todos.
Liberarlos.
Liberarme.
Sacarme por completo de contexto.
Remover todo eco, reflejo.
Alienarme en absoluto de pasado, presente y futuro.
No para redefinirme, sino para no definirme.
Kite Liberator
lunes, 7 de septiembre de 2009
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2 blasfemias:
Me gustó el final :). Te entiendo...
Yo creo que actualmente soy un gatito jugando con su ovillo .-.
Lo revoleo entre mis patas un rato, de cabeza; después me levanto y lo voy pateando adelante mío; después veo un bichito y salto por encima del ovillo, que dejo atrás; después vuelvo y lo muerdo un rato, rompiendo arreglando sacando o tragando pedazos; después duermo con él, y así sucesivamente. Pero siempre distante, no siendo él parte interna de mí realmente sino de la realidad en la que dejo mis patitas marcadas.
Ponele.
Iba a opinar
Pero mi opinion te importa un carajo.
Y si no te importa un carajo, te invito un Te y hablarlo en persona, para que dejes de decirme que hablo solo por internet.
Puto de mierda.
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